En lo que sí debe estar la ciencia

En una encuesta realizada por The Parrot Shell University, se llegó a la siguiente conclusión:

Los individuos e individuas que conviven con sus parejas y parejos, respectivamente o no, han experimentado al menos una vez la sensación de que más les hubiera valido hacerse practicar una lobotomía que estar atravesando esa circunstancia, lo cual demuestra una clara percepción de la realidad, al menos una vez en la vida.
Cuando esa situación de convivencia y la mencionada sensación asociada se mantienen por mayores períodos de tiempo e incluso cuando se tornan permanentes, inferimos que más estable es la conexión con el entorno.
Ya que, si la situación se mantiene pero no la sensación, el individuo/a es la excepción estadística y está totalmente pirucho/a o bien se practicó la lobotomía, real o virtual.
Análogamente, si la situación de convivencia no se mantiene pero sí la sensación descripta, también estamos ante un/a loco/a de atar, clínicamente hablando.
Es decir que el sujeto o sujeta en el primer estado -conviviendo y jodido/a, dijéramos- gozarían de un equilibrio mental que les permite internalizar y justipreciar la realidad para llegar a un juicio que, aunque triste, tiene remedio.
Ahora bien, muchos hay que deciden dejar de convivir: A poco, les vuelve la edad del alma a la cara, se tornan más sociables, mansos, en fin, son felices, “locamente” felices.
Incluso se han encontrado especimenes –de todos los sexos- que han hecho de la convivencia una suerte de retorno pasajero a la cordura, reintentando esporádicamente ese estado para proporcionarse una vez más el infinito disfrute de volver al goce, una y otra vez, de una nueva independencia.

Qué cosa loca el amor.

Dr. Alberto Carlos Bustos

The Parrot Shell University

Maciel Island


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