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NO HABIAN SALIDO BIEN LAS COSAS


Si bien esto no era novedad, la novedad era esta nueva idea, esta sensación de primera vez. Hallazgo resultó comprobar que nunca antes había advertido que, al pensarlo, volvía implícita una rutinaria confirmación: las cosas seguían igual, es decir, seguían el patrón esperado. Luego, por suerte no estaban peores. ¿Qué podía ser pe...
Mientras se hundía en esta, en apariencia, inofensiva secuencia de ideas, en paralelo una mórbida segunda línea de proceso encendía luces rojas y ordenaba parar, frenar allí, y pensar en cualquier otra cosa ya que los sensores de audestrucción inminente se estaban encendiendo a medida que avanzaba en sus pensamientos.
Un descuido divino proporcionó una salida de emergencia. A dos metros de él, en la misma vereda estaba Bustos mirando la vidriera de la gran librería de Caballito. Tenía en su mano la bolsita blanca de CD’s que conservaban aún la tibieza de la mano del vendedor de la feria del parque al que los porteños nativos llaman Lezica y los por opción Rivadavia. En un principio no daba crédito a encontrárselo, toda vez que aquellas latitudes no eran las que aquél frecuentaba.

- ¡Estimado amigo! –le dijo Bustos al verlo- verá usted: heme delante de esta vidriera observando no ya los discos compactos ni los libros en oferta sino las actitudes de los vendedores, de quienes desconozco la aptitud para desempeñarse como tales, pero siendo que ésta, la actitud, es obviamente parte de aquella, ha de coincidir conmigo al juzgar que trátase de funcionarios con potencialmente escasa fortuna para encarar la tarea ardua del vender, lo cual llévame a reflexionar que aún podemos creer que la lectura tiene futuro, toda vez que, evidentemente, los libros se venden solos o esto es un gran~lavadero~gran de guita. Hace cinco minutos que estoy acá parado y nadie ha indagado la posibilidad de que yo gaste algún dinero en lectura.

Dos vendedores, que estaban en la puerta del local fumando, miraron mal a Bustos que hablaba sin ningún disimulo frente a ellos, sobre ellos. Hizo un breve pero alargado silencio, lo miró fijamente a los ojos y poniéndole su mano izquierda sobre el hombro derecho le dijo, enfatizando con sus gestos que realmente estaba interesado en saberlo:

- Y usted... ¿cómo está?
- La verdad, Bustos, como el culo.
- Caramba… ¿le parece caminar cuadra y media y permitirme que le obsequie con un café?

Caminaron por Rivadavia, pasaron Acoyte y a la altura del colegio cruzaron hacia la mano norte de la avenida. En "El Coleccionista" se sentaron en una de las mesas de la vereda, cosa inusual en Bustos que siempre prefirió estar adentro de los bares, generalmente en las mesas del centro, desde donde podía darse a su actividad preferida: leer los labios.


- Preferí sentarme aquí, en el afuera, por dos motivos: allí, en el adentro, está mi empleada con su amor para siempre de esta semana y, por otro lado, creo yo que usted tiene algo que confiar a su amigo. Lo del amor para siempre, fue un chiste –agregó sonriendo.
- La verdad, no –respondió arrepintiéndose de haber empezado esta frase igual que la anterior: Bustos era implacable con ese tipo de detalle.
- La verdad… qué preciso continente para tan impreciso contenido. Siga, siga.
- Se va a reir, Bustos, pero me siento un boludo.
- Alégrome por usted, es una gratísima novedad.
- ?!
- Explícome: en mi opinión, todo ser humano es esencialmente boludo, pero la creación se ha ensañado con nosotros, los porteños, lo cual me ha permitido, gracias a la masiva concurrencia de especímenes, su estudio e ir al encuentro de una pieza que he dado en llamar TGB ó Teoría General de la Boludez e incluso llamar a la disciplina que estudia a esta característica, Orquilogía. Del griego orquis, testículo.

Vino el mozo, pidieron dos cafés, pero el verborrágico Bustos no pararía hasta dar una buena nueva a su amigo.

- Vamos de lo general al particular, es decir, usted... ¡aaaaajajaja! –lanzó su aguda risotada y prosiguió- Fíjese, mi estimado amigo, que hay dos características prefijas en la boludez, la pobreza y la soberbia y dos sufijas, la alegría y la ferocidad. Pero ¿qué queremos decir con esto?. Bueno, bien, espero poder extractar con la mayor economía posible mis años de estudio ante usted y créame que por el bien de usted. Vea, querido Marcelo, todas estas características hacen a una clave dicotómica que nos ha de permitir clasificar, y en una etapa avanzada subclasificar, a los boludos en general. Digamos que los sufijos denotan la conciencia que cada boludo tiene de su propia boludez y los prefijos nos indican cómo reacciona cada boludo frente a su condición de tal. En efecto, puesto el ser humano ante su propia boludez puede aceptarla o negarla. En el primer caso, estamos frente a un Boludo-Alegre, en el otro, ante un Boludo-Feroz. A mayor aceptación de la propia boludez mayor connotación alegre del boludo en cuestión y por el contrario a mayor negación de la propia boludez, mayor ferocidad. Ahora bien, ¿cómo reacciona el boludo frente a sus propias boludeces?. Vea qué curioso: hay boludos que parecieran hacer alarde de su propia boludez, incontables políticos entran dentro de este gran nicho, hablamos de los Soberbios-Boludos, esos tipos que por ejemplo se jactan de las boludeces que dicen u hacen. Pero hay otros que asimilan a la propia boludez como una especie de minusvalia para enfrentar la existencia, que van por la vida como disculpándose de lo boludo que son. Estos, no mejores ni peores que los anteriores, son los Pobres-Boludos. Finalmente, tendremos las siguientes combinaciones o familias de boludos: Pobre Boludo Feroz, Pobre Boludo Alegre, Soberbio Boludo Feroz, Soberbio Boludo Alegre. Y algunos especímenes intermedios o característicos de esas familias. Por ejemplo el boludo que se encuentra en el límite entre la alegría y la ferocidad, que no es ni lo uno ni lo otro, bueno, en mi TGB lo hemos denominado Boludo Non Sense, es decir, es un boludo que existe en la teoría, algo así como el eslabón perdido de la boludez, pero créame que no he encontrado a ninguno que en algún momento no se incline hacia uno de los extremos. Muchas veces me han preguntado ¿cuál es el peor de los boludos?. Sin dudarlo, pertenece a la categoría Soberbio Boludo Feroz y dentro de ella le diría que el Boludo Feroz de Lesa Humanidad sea tal vez lo peor de lo peor. Pero permítame que por hoy no abunde en una granularidad semejante, toda vez que cada boludo es único e irrepetible y podríamos hablar ad infinitum al enumerarlos y describirlos.
- ¿Qué me quiere decir, Bustos?
- Ah, cierto: que usted se sienta un boludo, es un buen síntoma, es una característica alegre dentro de su boludez aunque tendría que trabajar un poco la sensación de frustración que esto le provoca. Fíjese que en este momento, usted cuadraría dentro de la clasificación Pobre-Boludo-Alegre con tendencia non sense, hacia lo cual se puede tender pero no se toca nunca y, acá viene lo peligroso, para saltar directamente hacia la ferocidad, lo cual es muy, pero muy, negativo ya que la ferocidad, mi amigo, es un viaje de ida.

La tarde transcurrió, mas nada volvería a ser igual luego de aquella iluminada conversación.

Dr. Alberto Carlos Bustos – The Parrot Shell University – Maciel Island

Comentarios

Anónimo dijo…
Dr. Alberto Carlos Bustos, me animo a escribirle un pedido.

¿Puede Ud ampliar la TGB?, y una duda, ¿se debe tener el mismo concepto ante "el pelotudo"?.

Desde ya muchas gracias.
Un Boludo Alegre.

Abdu Jet Salem.
vendedor de incienso.
Mediokilodead dijo…
Estimado Amigo, responderéle a la brevedad. Hasta entonces, salúdole con especial consideración y afecto.

Dr. Alberto Carlos Bustos

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